Por el principio de buena fe, no puedes mentir ni omitirás información al contratar.
Si lo haces, la aseguradora puede pagarte sólo la parte proporcional que le correspondería e incluso negarse a cumplir con la póliza.
Por ejemplo: si contratas un seguro a todo riesgo para un vehículo que está roto con anterioridad, la aseguradora puede negarse a repararte esa parte ya rota previamente.